miércoles, 20 de noviembre de 2013

No hacen falta Escuela de Participación Ciudadana. Basta con que no estorbe la que ya hay.

El bombo y el platillo. Eso se le da muy bien al alcalde de nuestra ciudad. Los utiliza con fruición. Cada vez que quiere presentar una iniciativa tira de bombo y de platillo.
La última vez, hoy mismo, para presentar... ¡¡¡TATATACHÁN!!!!
¡la Escuela de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Valladolid!
(Aplausos)
No se caracteriza este ayuntamiento por su empeño en aumentar la participación ciudadana. Más bien destaca por las trabas, obstáculos, dificultades y multas que impone a los colectivos sociales. Pues si esa es una de las características de este gobierno municipal ¿Por qué pone en marcha una escuela de participación ciudadana y la pone en manos de la Fundación San Pablo-CEU? ¿Qué va a enseñar? ¿A pedir subvenciones, a cumplir los plazos de una burocracia contra las personas, a manejar ordenadores y programas informáticos? Desde luego no a ser críticos con el poder.
El alcalde dice que quiere potenciar una cultura de participación "responsable y comprometida". Pero, conociéndole como le conocemos, nos atrevemos a traducir sus deseos como que quiere una participación "domesticada y mansa"
Podríamos decir sobre la participación que enseñará esta Escuela de Participación Ciudadana aquello de Facundo Cabral: "Mi educación fue muy buena hasta que me la interrumpió la escuela".
No debe ser el poder quien imponga los cauces de participación de la sociedad, debe ser la sociedad la que genere esos espacios y el poder, cuando menos, respetarlos.

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